Todas las mañanas

Todas las mañanas, desde que ya no tenía mi bicicleta,  hacía dedo para que me dejaran en o cerca de mi domicilio. Había estado vagando por las noches, como desde hace un tiempo. Usualmente, los conductores hacían como que no me veían(o sencillamente no lo hacían, la gente solía decirme que era una de esas personas por las que uno pasa la mirada sin verlas).

Esa mañana, el hombre despertó un poco tarde, así que decidió irse por el camino corto, que era de tierra. Había llovido el día anterior, así que iba relativamente lento, pero no tanto. Tenía que ganar tiempo, o si no llegaría atrasado a la reunión. A bordo de mi vieja camioneta Silverado, con ruidos por todos lados porque todo estaba suelto, tuve que poner la calefacción, porque hacía mucho frío. Esta mañana no llevaba sacos ni fardos de nada, como era mi costumbre, porque tenía que dejarla estacionada mucho rato  durante la reunión. Mi camioneta la mantengo en buenas condiciones, aunque por fuera no se vea muy bonita.

Esa  mañana pasaron poquísimos autos(usualmente pasaban pocos autos por ese camino). Divisé a lo lejos que se acercaba una camioneta Silverado antigua(siempre he logrado reconocer los modelos de autos y sobre todo camionetas, desde lejos, es una de mis gracias, aunque no sirva de mucho), medio destartalada, que seguramente usaban para cargar pasto, sacos de variedad de cosas, y quizás qué más. El motor de la camioneta, a medida que se iba acercando, sonaba bien. Estaba bien mantenida, a pesar de la edad(como algunas personas, a medida que envejecen, se ponen más interesantes). Igual era extraño que anduviera por ese camino, ya que había otro, que llegaba casi donde mismo, que era asfaltado. Seguramente el conductor quería ganar un poco de tiempo. El camino asfaltado era un poco más largo. Cosas de la política, supongo. En lugar de hacer el tramo más corto, asfaltaron el más largo. Como el camino de La Dormida, o Las Palmas. Este camino, camino viejo como le llaman, empalma más adelante con el camino nuevo, asfaltado, doble vía.

En medio de la bruma, de repente divisa una figura. Al acercarse, se da cuenta que es un hombre que va caminando y que seguramente al sentir el motor de la camioneta, se detuvo e hizo dedo. Lo curioso es que iba vestido, con ese frío, de short y polera. Era flaco pero musculoso, como si hiciera deporte diariamente.

Cono el día anterior había llovido, el camino era un barrial. Por eso era más extraño aún que la camioneta lo hubiera tomado. Seguramente el chofer lo olvidó y ahora ya estaría arrepentido. Como todo camino de tierra, cuando llovía se llenaba de hoyos. Además, había niebla a ratos, lo que dificultaba la visión. Ese día estaba muy helado, probablemente unos 2ºC. Y con la nieva, la sensación térmica era aún más baja. Como siempre, yo andaba en short  y polera. Seguramente el conductor de la camioneta pensará que estoy loco, por andar vestido así, capaz que ni pare, pensé.

El hombre pensó en pasar de largo, pero finalmente se detuvo. No podía ser tan mala clase y no llevarlo. Años después, al recordar este episodio, pensó que en medio de la pandemia que se desató entonces, no lo hubiera llevado jamás. Pero se detuvo. Y el andante se subió.

Pero paró. Y me subí a la camioneta, que estaba con la calefacción encendida, así que inmediatamente me empezó a dar calor. Porque la verdad es que aunque anduviera con poca ropa, no tenía frío. Hace tiempo que no me daba frío. El conductor iba con parka y gorro de lana. Me presenté, y le dije que mi nombre era Ricardo. Él dijo llamarse Eduardo.

Se veía raro el conjunto: él con parka y gorro de lana y con frío y el otro sentado al lado en short y polera, que se notaba que con la calefacción estaba acalorado. El conductor preguntó al otro si no tenía frío, que cómo andaba en short y polera.

Me preguntó si no tenía frío, afuera, en short y polera, y yo le contesté que caminando entraba en calor. Le conté que trabajaba en la estación de servicio a la entrada del pueblo, y que hacía este camino todos los días, algunas veces en bicicleta, pero que ahora estaba con problemas(la bicicleta). Le dije que cuando pasara a echar bencina, preguntara por mi, y si no estaba, que mis compañeros le harían una atención. Me dijo que raramente pasaba por esa bomba, porque le quedaba a trasmano, pero que se acordaría.  Llegando a una curva que estaba a un par de kilómetros de donde lo tomé, le dije que por favor parara, porque yo llegaba hasta ahí, que ahí me bajaba. Frenó. Me bajé. ÉL siguió su camino, pero me fijé que miró por el espejo retrovisor. No sé si me vio. Yo volví a lo mío.

El hombre escuchó lo que el pasajero le contaba. Le dijo que rara vez cargaba combustible en es abomba, pero que preguntaría por él si lo hacía. Cuando se bajó y cerró la puerta, aceleró y se alejó. Lo miró por el espejo retrovisor, pero ya no lo vio.

Lo vi pasar  más de una vez en los siguientes meses, pero, seguramente como no hacía frío, no se detuvo. Ni siquiera me  hizo seña, pero lo más probable es que me haya visto. Se notaba que buscaba algo.

Unas semanas después, le tocó pasar por la estación de servicio, y como justo necesitaba llenar el estanque, paró.  Lo atendió un bombero muy amable. Buscó entre los demás bomberos, pero no vio a …, no recordaba el nombre pero era buen fisonomista. Le preguntó al bombero que lo atendía. Que un colega suyo(del bombero) le había dicho que cuando fuera a llenar el estanque, les dijera que le hicieran una atención. El bombero no entendía a quién se refería. Entonces lo describió. Detalladamente. Flaco, musculoso, moreno, de nariz aguileña, ojos muy redondos, cejas pobladas, orejas sobresalientes. Y se acordó del nombre. Ricardo. El bombero lo quedó mirando. Le dijo que lamentaba decirle que Ricardo había muerto en un accidente en su bicicleta, en el camino de tierra que servía de atajo para llegar a la ruta 5. ÉL pensó que era muy mala suerte y extraño que justo hubiera muerto después de haberlo llevado. También pensó que al menos había logrado recuperar la bicicleta, que en el momento en que lo llevó, estaba mala. Se fue al trabajo.

Volví a verlo pasar. Esta vez se detuvo. Se bajó. Estaba pensando. Miró para todos lados. Pero no me vio. Como dije al principio, no siempre me ven. Solo algunos. Sólo a veces. Se fue. Movía la cabeza. Parecía asustado.

Volvió a pasar por la estación de servicio una semana después. Lo atendió el mismo bombero. Éramos muy amigos, sabe?, le dijo. El hombre lo miró. Con quién, le preguntó. Con Ricardo, m le dijo, como me preguntó la otra vez por él. Lo echamos de menos acá. Era muy trabajador. Ayer se cumplió un año desde que murió. El hombre quedó helado. Un año?, preguntó. Seguro? Si, seguro, ayer estuve con su mujer e hijos conmemorando el año de su muerte, contestó el bombero.

Cada vez veo pasar menos autos por acá. Al parecer, la entrada a este camino está muy deteriorada, y la gente no se anima a pasar por los hoyos. Cada vez me siento más solo. Pero él viene cada tanto, se baja, busca algo, se va. Lo ha hecho varias veces. Parece que hablara con alguien, pero sólo mueve los labios. Al menos yo no escucho nada. Cada vez escucho menos. Cada vez veo menos autos. Cada vez me importa menos.