La noche

Temuco, 1967. Su hermano y él dormían en la misma pieza. Sus padres al lado. La cortina siempre estaba abierta, porque les gustaba ver la luz de la luna y de las estrellas. Sólo se veía la mitad de la pared hacia arriba. El resto quedaba en sombras.

Esa noche, despertó abruptamente. Sintió un crujido, luego una presencia. Mira y ve que viene una persona entrando sigilosamente. Pegado a la pared. La luz de la luna lo alumbra desde la mitad de los muslos hacia arriba. Pantalón gris de colegio, chaleco verde y mangas arremangadas

Se miran. El extraño se queda inmóvil contra la puerta que era más oscura que la pared de la pieza. Se paraliza, no podía despertar a su hermano. Se le salía el corazón por la boca. Cierra los ojos y se hace el dormido. Tal vez se vaya, piensa.

Vuelve a abrirlos y el sujeto está a los pies de su cama. La luz de la luna ya lo alumbra casi por completo. Se vuelve a quedar inmóvil y retrocede lentamente. Es real, piensa el niño, no es un sueño, estoy despierto, siento y veo todo.

En ese momento grita fuerte: Papaaaá !!!

Llegan ambos de inmediato, mamá y papá. Cuidado, les dice,  hay un hombre escondido en la puerta. Prenden la luz, se despierta el hermano, él llora de miedo, mientras dice:”…lo vi…estaba a los pies de mi cama, pantalón gris de colegio, chaleco verde y mangas arremangadas”.

Buscan por toda la casa. Nada…pero él lo vio. Estuvo en su  habitación.

…..12 años después

3 o 4 de la madrugada. Dormía. De repente siente pasos en el jardín. Dormía en una pieza exterior de una casa que servía de pensión a un par de estudiantes. Era un fin de semana. Los dueños habían salido. A medio despertar, piensa si le puso llaves a la puerta. Usualmente no lo hacía. Espera. Los pasos se acercan a la puerta de la pieza. Tímidos. Como no queriendo avanzar o avanzar sin hacer ruido. Pero igual se escuchan.  Le entra el miedo. Más miedo en realidad. Cada vez que se quedaba solo, le daba miedo. Nunca fue Bruce, ni Sylvester, ni Arnold. Ni le interesaba. Se maldijo 100, 1000, un millón de veces. Por qué no le pones llave a la puerta, pelotudo. Por qué no has comprado la cadena para ponerle por dentro.

Los pasos se detienen. Está afuera. Pasan por su cabeza Jason, Freddy, las gemelas y el escritor del resplandor, redrum y otros. Mira la manilla. Empieza a bajar lentamente. Suda. Frío. Piel erizada. Le puso o no le puso llave. No se puede mover. Está aterrado. La manilla sigue bajando. Crestas (y otros). Llega abajo. No abre. Grita fuerte: Papaaá. El padre no llega pero el grito surte efecto. Se va. Atisba por la ventana y sólo alcanza a ver un polerón o chaleco color verde saltando sobre la reja.  Respira. Al otro día compra la cadena.

Al año siguiente, se cambia de pensión. Pieza en el segundo piso, en Recreo. Los dueños de casa salían los fines de semana. Se iban a Olmué y quedaba solo. En la pieza había una colección de libros de Julio Verne. Los leyó todos. Bajó(más) las notas). Ya había aprendido, y en la noche cerraba la puerta con llave. Por si acaso. Quién sabe. No vaya a ser que.

Una noche, que por supuesto estaba solo, mientras leía, ya a punto de apagar la luz, siente un ruido abajo. Toma atención. Otro ruido, fuerte, algo se cayó, alguien tropezó. Piensa que puede ser el gato que quedó adentro, pero recuerda que se lo llevaron a Olmué porque habían encontrado trazas de ratones. ¿Qué sonó o se cayó o tropezó entonces? ¿Baja? Ni loco, se dice, acuérdate que en las películas al copuchento siempre lo matan. Pero me dejaron a cargo de la casa, argumenta consigo  mismo, tengo una responsabilidad. Baja. Un peldaño, dos, tres. Para. Sube. Un peldaño, dos, Vuelve a bajar, despacio, silencioso(al menos eso cree), Llega abajo. No prende la luz. Peor. Pero conoce la casa. No se oye nada. No se ve nada (porque está oscuro). Va al living comedor. Prende la luz de sorpresa. Nadie. Va a la cocina. Nada. Mira bien el comedor, hay algo en el suelo. Se acerca. Un pote de metal. No lo reconoce. Lo levanta. Hay una nota bajo de él. La toma. La abre, está doblada. La lee: “la tercera es la vencida”.

Los siguientes días aparecen carteles en los árboles de la ciudad, buscándolo. Nunca más se supo  de él.