La casa era una de 4 casas iguales pareadas. Las puertas de las 4 casas conducían a un pasillo techado, cual pasadizo, de 3 metros de ancho y un cielo muy alto, más de tres metros.
La calle quedaba a 3 metros del pasillo. Entre el pasillo y la calle había pasto con algunas matas de plantas de colores.
Las casas eran pareadas con las otras casas, por lo que la casa 2 y 3 tenían casas pareadas a ambos lados, y la 1 sólo por un lado. La 4 tenía como vecina, hacia la izquierda, la capilla.
La casa dos, por tanto, tenía una casa por lado. La uno y la tres.
La puerta de todas las casas era con doble postigo. Cada postigo tenía un metro de ancho y tres de alto. Con vidrios. Se entraba a la casa y había un pequeño recibidor, pues después había una puerta más baja y más sencilla. El recibidor era de aproximadamente 2 metros cuadrados.
Cuando se cruzaba la segunda puerta, se enfrentaba un pasillo de alrededor de 7 metros de largo y tres de ancho. A mano izquierda, la pieza matrimonial de los dueños de casa (en realidad no eran dueños, solo la arrendaban, por decirlo de alguna manera. Esa era la pieza 1.Junto a la pieza 1 había un baño (habitación 2) y al lado del baño, por el otro lado(tenía dos puertas), había otra pieza, la de las hijas(pieza 3).
A mano derecha del pasillo estaba el living y el comedor, separados por un tabique sin puerta. En esas habitaciones estaban los sillones, mesa de centro y muebles correspondientes al living (pieza 4) y la mesa y sillas de comedor con el aparador y otros muebles(pieza 5). Todos los muebles provenían del primer año del matrimonio. Eran muebles de Traiguén. Los del dormitorio también. Esos muebles eran famosos(y caros) en esa época. Hoy ya no existe esa fábrica. Los muebles aun andan dando vueltas por ahí, algunos en mi casa.
Terminado el pasillo de entrada, había otra puerta, con vidrios, de dos metros y medio de alto y dos de ancho, que llevaba a la sala de estar(pieza 6). La sala de estar era gigante y era otro living completo, con equipo de música(de esa época, hablamos de 1974). Esta sala de estar debe haber tenido por lo menos 5 metros de largo por 8 de ancho. A mano izquierda de la sala de estar, había una gigantesca pieza, la del niño, que tenía al menos 6 metros por seis metro. El cielo de la pieza estaba al menos a 4 metros de altura. (pieza 7)
Esta pieza, la del niño, estaba tapizada por todas las paredes con los posters que aparecían en la revista Estadio, que el niño compraba religiosamente todas las semanas (para ser francos, se las compraba el padre).
A ambos lados de la pieza de estar, si se continuaba caminando, había pasillos (dos pasillos) y al medio, un patio de luz.
El pasillo de la izquierda desembocaba en la cocina(pieza 8), y más allá en el lavadero(pieza 9). Además de un baño(pieza 10).
El pasillo de la derecha llevaba a un pequeño baño(pieza 11) y a un escritorio del padre, con su equipo de música, escritorio y silla(pieza 12). En ese escritorio el niño aprendió a grabar música desde LP a cassettes, en un equipo Aiwa.
Al final de ambos pasillos, se llegaba a una puerta, que desembocaba a una gran pieza, cuya finalidad original es desconocida.(pieza 13). En realidad, ahí había dos piezas. A la segunda no se podía entrar sino desde afuera(pieza 14). Había una pequeña compuerta, como una ventana pequeña de medio metro por medio metro, que comunicaba por dentro ambas piezas.
Es casi seguro que había un segundo baño, chico. Pieza 15.
En la pieza 13, el niño aprendió a jugar(algunos dicen que bien otros dicen que no tan bien) con la pelota, pateando contra una de las paredes(la que no tenía ni vidrios, ni puertas ni el agujero), sin parar, durante horas, de primera, de volea, etc.
En esta pieza, había una puerta que comunicaba al patio. El patio tenía el ancho de la casa, y unos veinte metros de largo. Terminado el patio estaba el mar. Que llegaba manso y dócil casi siempre, salvo en días de tempestad.
El patio no tenía luz. De noche era una boca de lobo. Las casas de los lados estaban separadas por un alto muro, por lo que no se veía nada, ni siquiera la luz de esas casas.
En la semana no había problemas. Los problemas eran usualmente los viernes o sábado.
El niño era hincha de la U. En ese tiempo, se trasmitían los partidos importantes por televisión abierta. No había cable. No había CDF. Por suerte. Livinsgstone y Carcuro eran los únicos comentaristas. Luego apareció Foulloix.
A veces, su equipo jugaba los viernes o sábado por la noche. El resto de la familia salía de visita donde unos parientes que vivían a media hora o más.
La casa era de madera. Crujía si había viento. Crujía si hacía calor en el día y había cambios de temperatura bruscos. O no tan bruscos. O si llovía.
Y él se quedaba solo. En esa casa con 15 piezas, incluidos baños y cocina y lavadero. Sin nadie más en la casa.
Porque era más fuerte el hincha que el racional. Mientras había luz, no había problema. El problema era cuando oscurecía. Y cambiaba la temperatura, Y había viento(o alguna de esas o a veces todas esas opciones).
Mientras escuchaba/veía el partido tampoco había problema aún, porque la tensión era grande.
Cuando termina el partido, los goles, las entrevistas (Cañón Alonso incluido), todo, y no había más que ver, salvo una película(usualmente a esa hora de miedo), aparecían los fantasmas.
Todo crujía. Todo sonaba. Ruidos extraños.
Cuando uno ve una película de terror, siempre dice: para qué va para allá, la van a matar, si sabe que no tiene que ir, algo le va a pasar.
Cuando empezaban los ruidos, usualmente en la pieza 13 y14, las del fondo, aunque también en las anteriores, el niño exploraba y se iba a meter a esas piezas, muerto de susto. Sabía que no debía, pero iba igual. Y hasta salía al patio, oscuro, boca de lobo. Se asomaba al cuarto 14, por la claraboya, pensando que en cualquier momento aparecía “alguien” y le cortaba la cabeza de un hachazo.
Esas dos o tres horas después de terminado el partido eran las horas en que el niño decía, prometía, juraba, que no se quedaría nunca más solo. Hasta que coincidía nuevamente un partido de la U con una salida de la familia. Donde todo el ciclo se repetía.
Ese niño era yo. Tenía 14 años. Todavía me acuerdo. Ahora me río (no tanto, por si acaso).
Y lo cuento, por si a alguien le pasó algo parecido.