Tengo 2 perras, mestizas de Labrador.
La Lik(tiene una mancha blanca sobre el hocico, Lik en mapudungun es blanco) y la Kuru(negro en mapudungun).
Destrozan absolutamente todo lo que encuentran en el patio, porque a la casa no entran. Y cuando digo todo, es todo, los que conocen mi casa saben que en el patio hay de un cuanto hay, desde carcasas de computadores, fundas de celulares, teclado de notebook, impresoras en desuso, sillas, mesas, mesones, bidones con detergente(que fabrico en casa), pallets, tacataca, etc). Si hay plantas o flores en el jardín o en maceteros, al otro día ya no están. O están tiradas por todo el patio.
Hay días en que encuentro frente a alguna de las puertas algún objeto mascado, que ni siquiera sabía que estaban en alguna parte. Otras veces encuentro los mangos de las barras del tacataca destrozadas (tuve que sacarlas y guardarlas en otro lado), zapatos o zapatillas mascadas(alguna que se quedó afuera), bolsas rotas, lo que sea.
Mis perras comen de todo, desde comida en pellet (su comida principal) hasta cáscaras de manzana y tomate(les encanta), sobras de comida (arroz, fideos, huesos de pechuga de pollo, huesos de vacuno), pero nada que contenga azúcar, ni papas(me dijeron que les hacía mal)
A veces les compro huesos exclusivamente para ellas.
Debo decir que Lik y Kuru saben cuándo me acerco a casa en la camioneta, porque reconocen el ruido del motor, supongo. Eso me quedó claro después que pusimos un foco sensible al movimiento, pues media cuadra antes de llegar a la casa, ya están en la puerta (se enciende la luz del foco).
Por lo tanto, cuando entro la camioneta (ahora la entro cada vez que llego, pues hace unos años me robaron el auto de la puerta de la casa, lo encontré después de unos días, pero lo tuve que vender y, no pocas veces, he encontrado uno o más neumáticos de la camioneta desinflados cuando la he dejado mucho rato afuera), saben inmediatamente si llego con algún tipo de comida, y si es o no para ellas.
Algo que debo decir a favor de ellas es que cuando nació mi nieta (la única, la bella, la regalona, la querida, la que hace o que quiere), Isabella, y vino por primera vez a mi casa(luego venía al menos todos los domingo), salvo porque son un poco brutas estas dos perras, NUNCA le hicieron nada que no fuera acercarse y dejar que ella las montara, les hiciera cariño, tratar de lamerla, cosa que varias veces consiguieron., etc
Además, cada tanto, me dejan un ratón de regalo en la puerta de la casa(muerto por supuesto, cosa de embolsar y botar)
Hasta el momento, nunca han tratado de arrebatarme algo de las manos. El mayor percance al respecto lo tuve hace varios años, por error mío, cuando aún tenía a la Clío, una pastora alemán que llegó a la casa de regalo hace más de 15 años, cuando en vez de tirarle el contenido de la bolsa con huesos de pollo, le tiré el contenido de la bolsa con pechuga deshuesada. Desde entonces, primero entro las bolsas, y luego reparto.
La Clío(que murió hace como 2 o 3 años), llegó a casa casi junto con la Domo Pukem(que significa algo así como mujer de invierno, porque era hembra y llegó en invierno). Al tiempo me regalaron una Fox Terrier Wirehear(pelo de alambre), la Bonnie.
La historia de estas perras es muy especial. Al llegar la Bonnie(que era molestosa e hiperquinética), le hicieron(junto con la Clío) la vida imposible a la Domo(tuve que encerrarla en otro lugar porque la atacaban), por lo que tuve que regalarla. Hay que decir eso sí, que antes de la llegada de la Bonnie, la Domo le hacía la vida imposible a la Clío.
Cuando vinieron unos compañeros de colegio a almorzar, uno atropelló a la Bonnie y le quebró una pata. Al llevarla al veterinario, la tuvieron que operar, pero quedó coja. Claro que cojeaba sólo a veces. El veterinario me contó que estos perros son de los animales que tienen el umbral del dolor más alto. Por lo que probablemente siempre le dolía la pata que se había quebrado, pero sólo a veces lo externalizaba.
Lo cierto es que la Clío empezó a castigar a la Bonnie. Me dijeron que cuando un animal ve a otro débil, se aprovecha.
Antes de eso, ambas jugaban y peleaban, pero la Fox Terrier era muy rápida y nunca se dejaba atrapar. Eso cambió después de la lesión.
La Bonnie cazaba ratones y se los comía enteros. Tenía una velocidad increíble y cambiaba de dirección casi inmediatamente. Cuando la otra perra la perseguía, pasaba un par de metros de largo antes de poder cambiar de dirección para seguirla.
Además era persistente. Me acuerdo que le colgaba algo a una cierta altura, y ella se ponía a saltar hasta que lograba agarrarlo. Le subía la altura, y al rato lo agarraba igual. Podía estar horas haciendo eso. Imagínense cuando le daba por molestar a la Clío.
Todo esto lo cuento porque, como dije, eso cambió después de la lesión.
Hasta que ocurrió lo que nunca pensé que iba a ocurrir.
Un día llegué a casa después de unas clases. Tenía que salir enseguida. Usualmente, al abrir la puerta, la Bonnie intentaba arrancarse. Eso era un tremendo problema porque, a diferencia de cuando se arrancaba la Clío, que salía a la casa del frente a ladrarle al perro vecino, la Bonnie se iba a una o dos cuadras de distancia, y pillarla era muy difícil (recuerden que era muy rápida).
Ese día no apareció. Tenía que irme rápido, así que no me di cuenta.
Cuando llegué un par de horas después tampoco apareció. La busqué. No la encontraba. Fui a la parte de atrás del jardín (en realidad es un patio, de jardín no queda nada, por las perras, ya saben) y la vi tirada, Pensé que dormía. Me acerqué. No tenía cabeza. La cabeza estaba tirada a un par de metros. Me quedé helado. Llamé a mi hijo que estaba en Viña para que me ayudara a enterrarla, pues a mí me dolía mucho la espalda ese día ( y los anteriores), y había que hacer un hoyo.
En un primer momento, tratando de explicarme lo que había pasado, pensé que alguien había entrado y la había decapitado con la pala que estaba en el patio.
Luego me acordé que había tenido que separar al menos una o dos veces a ambas perras, porque la Clío tenía agarrada a la Bonnie del cuello. La diferencia de estaturas entre ambas era tal, que el cuello de una cabía perfectamente en el hocico de la otra. Esa vez las había separado y pensé que era algo pasajero, pero al parecer, la Clío logró su objetivo finalmente, ese día, mientras yo no estaba.
La Clío, como dije, murió hace un par de años, de muerte natural(los pastores alemanes mueren de no más de 12-13 años y todos más o menos igual, primero no pueden caminar y luego hay que sacrificarlos). Había estado muy mal, y cuando llegué esa noche (tiempo después de lo que ya conté), no se podía parar y apenas respiraba. La subí a la camioneta y la llevé a la clínica veterinaria (eran como las 12 de la noche). La única que estaba abierta era la de 1 Norte con Sporting, de la Universidad Santo Tomás, que siempre lo está. La revisaron y el diagnóstico era que había un 10-20% de probabilidades que pasara la noche. La sacrificaron conmigo al lado, llorando. La fui a buscar al otro día. La enterré junto con las demás que están en mi patio. Para qué les cuento la pena.
Continúo con el relato original. Hace un par de meses, les traje huesos (osobuco) a mis perras. Se los tiré, los agarraron y se pusieron a morderlos.
Mientras leía en la pieza, sentí los gritos de Andrés y Martín, y salí al patio. Una de las perras, la Lik, no sé cómo, había quedado con el hueso colocado en forma de anillo en la mandíbula inferior. No podía sacárselo. Tenía la lengua atrapada, estaba muy inquieta.
Me acerqué a ella, la inmovilicé e intenté sacarle el hueso del hocico, pero era imposible. Alguien habló de llevarla al veterinario, de anestesiarla, etc.
Busqué (y encontré, lo que tiene su mérito, en mi desorden) el alicate cortante. Uds, estarán pensando que soy un bruto y que iba a cortar a la perra(soy un bruto, pero no es lo que tenía pensado). Lo que se me ocurrió fue que podía cortar el hueso, pero con una sierra no se podía, así que me quedaba el cortante. Empecé a aplicar fuerza en el hueso(que estaba atravesado en el hocico, no en el de la Lik), y conseguí sacar un pedacito, minúsculo. Después de 10 minutos en esa tarea, logré romper el hueso en varios lados y abrirlo. Y finalmente sacarlo del hocico. La perra se relajó, y salió corriendo. ……a comer otro hueso.
Yo seguí leyendo. Terminé el libro. Si no me equivoco, era L.A. Confidencial, de Ellroy.
Otro día les hablo de mi primer perro, el Boqui, que inicialmente fue de mi padre, pero cuando se cambiaron a un departamento, lo heredé. Cuando yo aún estaba en la universidad, y mi padre lo quería llamar, muchas veces se equivocaba y lo llamaba OPO. Los que entienden, entienden.