El día 5 de mayo de 1637, el cacique Puante, después de 3 meses de sitio de la villa de Angol, recién reconstruida, logró por fin derrotar a los españoles y se llevó gran parte de las mujeres españolas de la ciudad. Entre ellas iba Beatriz, la hija única del Capitán de Lanzas, don Francisco Gutiérrez de Albornoz. El cacique Puante la tomó para sí. La joven estuvo enferma, afiebrada, durante 100 días.
Según cuenta el cronista, el cacique le ofreció devolverla a su villa, pero ella, sabiendo que iba a ser madre, para no sufrir esa vergüenza delante de los suyos, prefirió quedarse y tener al hijo entre los indios. En las aguas del río cercano, lo bautizó con el nombre de Alejo. Luego le enseñó a rezar y a leer.
Entretanto había llegado un nuevo gobernador a Chile. Puante, a sabiendas de ello, lo esperó con sus tropas a orillas del BíoBío, pero como no llegaban, decidió retirarse a su tierra. Los españoles, que habían cruzado por otro lado el BíoBío, atacaron a los indios cerca del Malleco, dando muerte a Puante. Tomaron prisioneros, entre ellos a Alejo y su madre. Alejo entró al ejército español en 1650, en calidad de soldado, no cumpliendo aún los 14 años, bajo el nombre de don Alejo Gutiérrez de Albornoz. Un año después fue ascendido a caporal y dos años después a sargento.
No entendía por qué no lo ascendían, pasados unos años, a oficial, hasta que supo que era porque no lo consideraban legítimo, sino huacho. Al preguntar a su madre por la identidad de su padre, ésta le contó la verdad. En ese momento, Alejo dejó su puesto en el ejército español y se encaminó a engrosar las filas de su pueblo araucano. Se presentó ante le toqui Budeuco, y tiempo después ya era toqui él mismo, bajo el nombre del mestizo Alejo.
En menos de dos años logró formar un ejército de más de mil hombres instruidos en las tácticas del ejército español. Sus constantes victorias hicieron que a principios de la primavera de 1657 estuviera al mando de casi todo el ejército araucano.
Con su ejército derrotó inapelablemente al ejército español que había mandado el gobernador a cazarlo. En esa batalla, dio muerte al capitán que lo había ofendido antes de desertar.
Una vez de regreso se encontró con la noticia que una de sus esposas, una española joven que había capturada en sus andanzas anteriores, había muerto por motivos nunca aclarados. Después de eso cayó en una profunda depresión y se dice que fue envenenado por otra de sus mujeres. Otros dicen que murió de pena.
Acerca de este personaje, se ha escrito al menos un libro, llamado justamente El mestizo Alejo, del escritor chileno Víctor Domingo Silva(1882-1960).
Lo que conté anteriormente lo tomé prestado del relato de Aurelio Díaz Meza, en sus Crónicas de la Conquista.