Cuando entré e studiar música, en una universidad de mi región, quizás la más prestigiada de la zona, en primer año me tocó un curso bastante variopinto. Junto con la carrera, decidí, para poder posteriormente cambiarme a la carrera que realmente quería estudiar, que era la de Interpretación en mi instrumento, estudiar en el conservatorio de la misma universidad.
Ahí tuve varios profesores, algunos de Santiago que venían específicamente por mi instrumento(cuando digo mi instrumento, me refiero a que venía a dar las clases a todos los que lo estudiábamos). Dentro del resto de los que estudiaban este instrumento, estaba un curioso personaje, al principio, que luego, años después, se transformó en un personaje bizarro, mala leche, incluso maligno, dañino.
Al final de cada etapa (semestre o año) que se iba cursando, se debía dar un examen, que era el que decidía si la etapa estaba o no aprobada. En ese examen habían una comisión que decidía la nota y si se aprobaba o no la etapa. Al final de los pocos semestres que logré compartir con el personaje en cuestión, indubitablemente, al final del semestre, sus padres llegaban a cuestionar la nota que había recibido su hijo. Todos los años.
Hasta que de repente, el personaje dejó de ir durante un par de años. Luego volvió a aparecer. Y contó que había estado estudiando flauta en Francia, en la escuela más importante del instrumento en ese país. Y que había sido muy reconocido allá, incluso le habían pedido que se quedara, con una beca de un cien por ciento, pero que él quería volver a Chile. Mis compañeros y yo estábamos muy sorprendidos porque no habíamos tenido ninguna noticia de él en esos años, pero finalmente pasó el tiempo, y eso se olvidó. O lo que se olvidó fueron las dudas que algunos tuvimos al respecto, y quedó como que había estudiado pero a lo mejor no había sido tan bien evaluado como él decía.
Tiempo después, quizás años, un profesor, ex alumno de nuestra escuela, que había estudiado en Francia, por esas casualidades de la vida, se encontró en alguna parte del mundo con un profesor de la escuela parisina. Aunque no todos le creíamos todo al personaje del que estoy hablando, lo que sí le pasa a uno es que igual siente cierto orgullo cuando a un compañero le va tan bien como él decía, así que este profesor ex alumno le preguntó a su amigo profesor de la escuela parisina que qué tal le había parecido el personaje que había logrado tantas distinciones. El francés lo pensó y luego le dijo que en realidad él no conocía a ese personaje. El profesor ex alumno se lo deletreó, se lo describió, le repitió todo lo que le personaje había contado acá, en Chile. No. No lo conocía. Es más, le debería haber hecho clases si realmente había estudiado en París. Y no le había hecho clases. Igual, por si había alguna posibilidad de error, quedó de averiguar, y lo hizo. Nadie con ese nombre jamás había estudiado en la escuela parisina. Después de eso, el personaje no volvió a aparecer, porque, al descubrirse y hacerse pública su mentira, desapareció. Luego se supo, por un lado u otro, que al parecer el personaje sufría de algún tipo de enfermedad, nadie sabía bien si esquizofrenia o algo parecido.
Y desapareció. Hasta que unos años después, varios años atrás, alguien dijo que lo había visto. A cargo de un orquesta. Nunca se tituló, así que debe haber sido una orquesta de aficionados.
Y hace unos meses, lo vi. En el lugar más inesperado. Cuando el Ministro de Salud daba sus cuentas, en una de esas apariciones semanales, que en realidad eran dos o tres veces a la semana, detrás de él, del ministro mismo, con una capa blanca, ahí estaba. Serio, como siempre fue, con cara de circunstancias, mirando a uno y otro lado, como buscando las cámaras. Fue una aparición de unos segundos nada más. Pero unos días después, fue presentado como experto en estadísticas y le tocó dar la cuenta de los infectados, recuperados y todo eso. Vestía una capa blanca, tipo médico, y habló ante las cámaras. Y se notaba que estaba en su salsa. Le gusta figurar. No le tembló la voz, no titubeó, se sabía bien el libreto, que debe haber estado leyendo de alguna pantalla frente a él. Hasta se permitió una broma, no recuerdo cuál, de la que se rió sólo él.
Lo comenté con unos compañeros de curso de música, a los cuales no veo mucho, pero con los que mantengo una fluida comunicación via Whatsapp. También lo habían visto, al menos dos o tres. Y les daba entre risa, pena, rabia. Porque uno de ellos se lo había topado, un par de años atrás, en un vuelo aeropuerto. Al principio no lo reconoció. Al parecer el personaje sí lo reconoció a él, porque desapareció luego de su vista. Cuando mi amigo logró relacionar al que había visto con el personaje de la universidad, ya era tarde, ya había desaparecido. Y no lo había reconocido por un motivo muy simple. Iba de uniforme. Nunca se supo si el uniforme era de piloto o sobrecargo. Espero que se sobrecargo, aunque conociéndolo, podría perfectamente haber sido de piloto.
Uno o dos días después de esa conversación por wsp, contacté con otro compañero, que leyó lo que se escribió en el grupo y me contó que él, 3 años atrás(recordaba exactamente hasta la fecha, porque era el cumpleaños de su hijo), lo había visto en un hospital. Con capa blanca. Lo había divisado, pero cuando intentó acercarse, para saludarlo(siempre habían tenido buena onda entre ellos), de repente, al doblar por un pasillo, desapareció. Preguntó y nadie lo conocía. Al parecer se paseaba con capa de médico por el hospital. Espero que sólo haya hecho eso y no haber “trabajado” de médico, aduciendo algún post título en quizás dónde.
Todo eso me recordó al personaje de Woody Allen, Zelig, en la película del mismo nombre.
La última vez que lo vi, hace pocos meses, fue en las noticias. En algún canal nacional, da lo mismo cuál, todos muestran prácticamente las mismas noticias, incluso a la misma hora, es como si se pusieran de acuerdo. Estaba él tras unos políticos que hablaban de ciertos acuerdos mínimos requeridos para llegar a quizás qué objetivos. Aparecía como que formaba parte del séquito de un político que creo que en ese momento era alcalde y que aparece en casi todos los canales emitiendo opiniones de lo que sea, con tal de figurar. Y que lleva como 20 años tratando de ser presidente. Cada vez que el político decía algo, el personaje en cuestión asentía con gestos bastante llamativos. Al final aplaudía a más no poder. Ojalá ese candidato no salga electo. A lo mejor tendríamos al personaje de ministro de alguna cartera.
Me asaltan varias preguntas con respecto a lo que conté recién. ¿Nadie pide realmente los antecedentes de personas que dicen ser algo sin demostrarlo? Ya hemos visto que hay dentistas que ejercen de tales sin haber ni siquiera estudiado, como en los viejos tiempos. Otros que hacen de médicos, de abogados, de profesores. Incluso tenemos un presidente que coloca en su CV que fue profesor de una universidad en que nunca hizo clases, solo ayudantías, un ministro que dice ser experto en una disciplina de la que tuvo sólo un par de horas en un post grado o algo semejante, un candidato a la presidencia que hablaba de trasparencia y tuvo que renunciar por tener capitales en paraísos fiscales. Por otro lado, tenemos a mucha gente que considera como expertos a personas que con suerte saben lo básico de algún tema, pero como saben más que el que lo recomienda, queda como experto, aun sin quererlo o pedirlo. Si no, no se explica que personas que buscan una casa le entreguen millones de pesos a alguien sin papeles de por medio, sólo porque les dijo (y en algunos casos les mostró algún documento falso) que era experto.
Hay que ser más riguroso al escoger un producto. Preguntarle al vendedor que recibe una comisión mayor por vender un objeto por sobre otro, es realmente poco entendible. Obviamente va a recomendar lo que más le conviene. Cuando me preguntan algo que está dentro de mi expertise, no siempre me creen lo que les digo. Muchas veces me ha pasado que, enfáticamente les digo que no compren específicamente algo, y al final terminan comprando eso mismo, porque el vendedor se los recomendó. En nuestro país es fácil engatusar a las personas. Hay algunas muy confiadas, que no aprenden nunca. Caen una y otra vez. Otras no, a la primera aprenden.