-Hola
–Hola
¿-¿Cómo estás?
–Bien
-¿Qué onda?
–¿Cómo qué onda?
-¿Por qué no me preguntas cómo estoy yo?
–Porque veo que estás bien, para qué te voy a preguntar.
-¿Seguro? ¿O no te interesa ni un poquito? Podría estar fingiendo. Podría estar pésimo, pero fingiendo.
–¿Y para qué vas a estar fingiendo?
-Bueno, porque quiero que pienses que estoy bien, pero en realidad no estoy bien, estoy mal.
–Y si estás mal ¿Para qué finges que estás bien?
-Para que pienses que estoy bien. Pero estoy mal.
–Entonces, ¿Para qué quieres que te pregunte cómo estás? Porque seguramente me vas a decir que estás bien.
-Es que si me preguntas, que no lo hiciste, te diría que estoy bien, pero, de alguna manera, te haría sentir que en realidad no lo estoy, para que me vuelvas a preguntar
–¿Y eso por qué? Por qué mejor, de una, no me dices que estás mal.
-Porque no quiero que lo sepas a la primera, quiero que demuestres un poco de interés. En realidad no estoy mal, estoy bien, pero no tanto, pero quiero que al menos te des el trabajo de preguntar cómo estoy. ¿O no te importa?
–Sí me importa, eso lo sabes, pero..
-No lo sé, nunca lo demuestras
–Pero si parece que estás bien, para qué voy a preguntar. Pienso que si estuvieras mal, lo demostrarías, además..
-¿Pero realmente te importa? Porque ahora que lo pienso bien, nunca me preguntas nada acerca de cómo estoy yo.
–Es que siempre pareces estar bien, así que para qué voy a preguntarte. Además, me imagino, que si estás mal, o no estás bien, ¿Me lo dirías, o no?¿ O no?
-Pensándolo bien, debido a tu falta de interés, probablemente ni te lo diría. Para qué. Si al parecer no te importa.
–Pero sí me importa, pero te insisto, como pareces estar bien, no pregunto. Porque no estás fingiendo estar bien,¿ o si? Porque si es así, no entiendo para qué finges.
-Ahora me dices que soy mentiroso? Pensé que eras diferente. Pensé que yo te importaba y que, al menos, por poco cariño que me tuvieras, algo te importaría si estoy bien o mal.
–Pero si me importa, pero no pregunto porque siempre pareces estar bien. Sólo te estoy preguntando si lo finges para no hacerte problemas. Porque si lo finges, no hay cómo.
-No sé si quiero seguir hablando contigo. ¿Qué es fingir? Una cosa es fingir, y otra cosa es mentir
–¿Y quién habló de mentir? Dije fingir.
-No lo dijiste directamente pero lo diste a entender
–¿Cómo? ¿Lo di a entender? ¿Cuándo? Nunca dije ni di a entender que mentías. Te pregunté si fingías estar bien nada más
-O sea que ahora, además, ¿dices que tengo problemas mentales? ¿Que entiendo lo que no es? ¿Que soy perseguido?
–Jamás he dicho eso. Lo inventaste recién
-Cada vez peor, aparte de problemas mentales, ahora invento cosas. Según tú, ¿de qué enfermedad padezco?
–¿Enfermedad? No he nombrado esa palabra. No es lo que creo. Ahora sí que te pasaste. Me tratas pésimo. No tienes ningún cariño por mí. Yo sé lo que estás pensando, aunque no lo digas, y no son buenas cosas acerca de mi persona
-¿Cómo? ¿Ahora lees la mente? ¿Desde cuándo?
–En realidad siempre lo he hecho, pero no lo digo. No es que mienta, sólo lo omito, porque como nadie me lo pregunta, salvo tú ahora, no es necesario ni afirmarlo ni negarlo. Sólo lo oculto.
-¿Lees la mente? ¿Qué estoy pensando ahora? Díme
–Estás pensando en qué enfermedad tengo. En si soy bipolar, si sufro esquizofrenia, alucinaciones o algo parecido
-Nada que ver, no lees la mente, estaba pensando en otra cosa
–¿En qué?
-No sé, vé tú, tu eres quien lee la mente, no yo. Yo ni cerca. Lo único que puedo ver es que aparentas estar bien y por eso no te pregunto cómo estás. Además si te lo pregunto, pasaría a ser una conversación trivial típica, y como ves, no es lo que estamos teniendo
–Mmm, por ese lado tienes razón, pero me gustaría que te preocuparas más por mí.
-Es que te ves bien, para qué voy a preguntar
–¿Y si no estoy bien y sólo finjo para que no te preocupes o para que me preguntes de nuevo?
-Rara palabra es fingir, a veces se escribe con jota y otras con ge. Como fungir pero no igual, o como surgir
–¿Qué tiene que ver fungir y surgir con fingir y con lo que estamos hablando?
-No mucho pero algo, no algo pero mucho
–¿Cómo?
-Así como digo
–Mmm
-¿Para que querrías fingir que estás bien si estás mal?
–Yo no finjo(con jota, si no sería fingo, que quién sabe qué significa)
-Pero si dijiste recién que lo hacías, ¿ahora se te olvida lo que dijiste?
–Empezamos de nuevo, no finjo. Estoy bien
-Y si estás bien, y demuestras estar bien, ¿para qué te voy a preguntar cómo estás, salvo para tener una conversación trivial?
–Es cierto en cierto modo, aunque redunde
-¿Cómo redunda?
–Es que dije dos veces la palabra cierto
-Pero una vez, la primera, significaba verdad, y la segunda tenía otra acepción
–¿Qué acepción?
N-o sé, si no sabes tú, no la uses
–¿No use qué?
-Esa acepción
–No sé a qué te refieres
-No importa, lo importante es que estás bien
–Quién dijo que estaba bien
-Tú acabas de decirlo
–¿Dije eso?
-Eso dijiste
–Fingía (con g)
-¿Cómo?
–Fingía
-Pero si dijiste que no fingías
–Fingía también
-Mentías, querrás decir
–¿Me estás diciendo mentiroso?
-No, te estoy diciendo que finges, en realidad lo estás diciendo tú, con tus propias palabras
–¿En serio? No recuerdo
-Se te olvidan las cosas
–No siempre, pero a veces. Además depende de qué cosas
-¿Qué cosas se te olvidan?
–Esas
-¿Cuáles?
–Las que se me olvidan, si no me acordaría
-Me estás preocupando. Joven, Ud. Me preocupa
–No soy joven
-¿Cómo que no?
–No lo soy
-¿Qué edad tienes?
–La misma tuya
-¿Cómo? ¿La misma?
–Si, nacimos el mismo día
-¿En serio?
–Si, en serio
-¿Cómo lo sabes?
–Lo sé
-¿Pero cómo?
–Sólo lo sé
-No te creo
–Créeme
-¿Tengo que creerte porque me lo dices?
–Así es
-Mm, no sé si creerte
–Fíjate cuánto nos parecemos
-Me cuesta tener una imagen de mí mismo, y más me cuesta comparar esa imagen, que ya me cuesta tener, con la tuya, que no me cuesta tanto
–Inténtalo
-Me cuesta…..tener una…imagen..de mí mismo
–Inténtalo, date la vuelta, mira al frente
De “Conversaciones conmigo mismo al espejo”