El otro día, obligado a leer el manual de instalación de algún aparato, y además, inspirado por un par de amigos y amigas que han estado en la misma situación, consideré escribir (reescribir) dicho manual, para que fuera más ameno. Además, dicho sea de paso, para que se entendiera algo, porque al parecer, muchos de ellos vienen originalmente en chino, y son traducidos por un traductor(obvio), pero automático, que no discrimina a veces (las más de las veces) tiempos verbales, pronombres personales, diferentes acepciones de una misma descripción. Incluso la mayoría de las veces, el manual se traduce, creo, primero del chino al inglés, y luego del inglés al español u otros idiomas. Al final, queda algo parecido al experimento en que se le cuenta a una persona un mensaje original, y luego de que esta persona se lo cuenta a otra, y ésta a otra, y así sucesivamente, hasta llegar a la última persona (que puede ser la número 100), el mensaje final no tiene nada que ver con el mensaje original. En Facebook apareció algo parecido alguna vez, donde hay varias personas en fila. La primera (el moderador), le muestra a la segunda (mientras el resto está mirando para otro lado, ya que los hicieron dar vuelta en 180º) una serie (corta) de movimientos, que ésta (la segunda persona), debe repetir a la tercera, mientras el resto está mirando hacia atrás. Una vez realizado ésto, la tercera le muestra el ejercicio a la cuarta y así sucesivamente, hasta llegar a la última, y se compara el movimiento original con el que entendió la última persona de lo que le mostró la penúltima. Como les quedará claro, el resultado final no tiene nada que ver con el original. A veces no tienen ni siquiera un mínimo parecido.
En las traducciones de los manuales a veces pasa algo parecido, aunque no tan drástico. Por eso lo que yo recomiendo, primero, es pensar si uno está realmente dispuesto a seguir instrucciones (aunque parezcan raras o ilógicas las palabras que ahí aparezcan, valga la semiredundancia). Si no es así, hay varias posibilidades. La primera y más drástica es botar el manual o archivarlo en la repisa de los manuales nunca leídos. La segunda es llamar al que nunca se hace problemas por este tipo de cosas, dado que en la casa siempre hay uno, en la pega también. Otra posibilidad es llamar a un amigo que uno sepa que goza con este tipo de cosas, nunca faltan. O un amigo o conocido (que en esos momentos pasa a ser casi el mejor amigo, por cómo lo tratan) que ya lo haya armado/hecho funcionar, o que tenga más facilidad que uno para eso: debo reconocer que muchas veces ese amigo soy yo, me llaman a mí, sobre todo en cuestiones de computadores y afines, es decir, impresoras, notebooks, routers, etc. Esto es parecido a cuando se debe armar/reparar/construir algo de madera o del material que sea en la casa. Ahí hay generalmente dos situaciones. La primera es dejar estar la situación hasta que el/la que usualmente las acomete tome la iniciativa y lo haga, sin que nadie le diga nada, dado que el asunto lleva días, semanas o meses tirado o incluso metido en la caja. La segunda es, directamente anunciarle que se trajo/compró/pidió prestado las herramientas necesarias para que se instale/arregle los artilugios que están encima/dentro/cerca del lugar que se les indique. Así sin más. Directamente. Sin pedirlo por favor, sólo asumiendo que como siempre es él/ella quien lo hace, debe volver a hacerlo. Es como cuando en los primeros días de vida en común de una pareja (pero también puede ser un grupo de amigos), uno (una) toma la iniciativa de hacer algo específico (por ejemplo, lavar la loza, cocinar, lavar la ropa, limpiar, cualquier cosa). Ahí, en ese mismo momento, sin que nadie se lo pidiera ni nadie lo (la) obligara, quedó sentado, estipulado, grabado en el ADN de la pareja (grupo) que quien se hará cargo de esa tarea, será esa persona, y el resto (usualmente) ni siquiera se preocupará posteriormente de preguntar si ayuda en algo referente a esa tarea.
Volviendo a lo que indicaba al principio, la tercera posibilidad es acometer la empresa de intentar primero leer el manual (lo que para los que no leen nada ni nunca es una tarea titánica, casi imposible), luego entender al menos lo básico para poder, ojalá, ver primero si las piezas (cables, aparato, enchufe, soporte, fierros, tornillos, clavos, tarugos, etc) vienen o falta algo. A veces en el manual sale que vienen 12 tornillos del tipo A12 (¿?), sin explicar absolutamente en ningún lado qué tipo de tornillo es ese, ni especificar el largo (por último para medirlo). Aquí la única opción es ver si hay otros tornillos (cuando se trate de ellos), de los que debieran venir 12. Si no es así, estamos salvados, solo debemos contar si de alguno hay 12, y dejarlos marcados como que son del tipo A12. Y así seguir con el resto. Un grave problema se produce cuando de dos o más tipos de tornillos (u otros) debe venir la misma cantidad. Me explico. Si en el manual sale que deben venir 6 tornillos del tipo A10, 6 del tipo A4 y seis del tipo A2, hay que seguir dos pasos (a veces tres). UNO: contar si hay 6 tornillos de 3 diferentes tamaño. DOS: ordenarlos por tamaño. TRES: si el A12 es más grande que los demás, rotular los A10 como los más grandes de los que vienen de a seis, y así sucesivamente.
Una vez que se terminó de identificar TODOS los componentes incluidos en el paquete original (cosa que no siempre ocurre, porque a veces vienes menos o más de alguno y ahí entra la duda existencial de si a.-leímos bien, b.-identificamos bien los componentes, c.-si viene más de alguno, ¿por qué no vienen más de todos? d.-¿lo devuelvo?, porque….no vaya a ser cosa que una vez armado esté todo mal armado.
Solucionadas esas dudas, leer el manual una vez de corrido, marcando (ojalá) aquellas palabras o expresiones gramaticales que parezcan confusas, inexistentes en nuestro idioma o inadecuadas en el contexto del texto (nuevamente valga la redundancia).
Luego, intentar armar, sin tornillos aún, lo que se desea armar. Posteriormente, presentar (colocar superpuestos) los tornillos (o lo que sea) en el lugar que debiera corresponderles.
Una vez realizado todo lo anterior, y si el hipotético armador (uno mismo o el que lee esto), se encuentra incapaz de realizar la gigantesca obra de armar lo que se debiera armar, lo mejor es guardar todo (ordenadamente) y pasar a los pasos 1 ó 2 descritos al principio de este texto.
Pero si se desea acometer tan magna empresa, uno debe mentalizarse en que probablemente tendrá que hacer el armado al menos unas dos o tres veces. Incluso más. Es un ejercicio de paciencia. Se aconseja hacer todo lo anteriormente descrito solo, y llamar a alguien cercano (muchas veces el/la que compró el aparato) una vez armado el asunto (o sea, después del segundo, tercer, cuarto o incluso quinto intento). Así uno queda bien. Si no, la otra persona lo mirará con cara de pena y se retirará (sin ayudar por supuesto). O, lo que es peor, aunque prácticamente no haya hecho nada en el armado, dirá finalmente que lo armó él/ella.
Si uno es llamado a ayudar a tan peculiar tarea (la de armar el aparato), y ni siquiera es de la casa, sino el “amigo que sabe de estas cosas”, se debe pensar detenidamente de si se dispone de varias horas libres, porque el que llama (el que compró u otro), en el mejor de los casos, se quedará acompañando, pero hablando todo el rato, lo que conllevará a una desconcentración permanente. Dentro de los temas que abordará estará el de que por qué tanta demora si se supone que a uno lo llamaron porque “sabe” de estas cosas. No entienden que “eso” uno no lo ha armado nunca. A lo mejor algo parecido, pero “eso” nunca.
En el peor de los casos, el comprador intentará ayudar. Es lo peor que puede pasar, dado que lo único que hace es molestar. Porque recordemos que por algo nos llamó. Y hablar. Y quejarse. Claro que sí podrá vanagloriarse, posteriormente, que lo armó él/ella. Aunque haya hecho puras tonteras y no haya ayudado en nada.
Una vez terminado el armado, y como usualmente demoró mucho más de lo esperado, “el que sabe” muchas veces debe irse y no recibe ni siquiera un gracias. Y muchas veces sí recibe un “pensé que te ibas a demorar menos”, como diciendo “la próxima vez no sé si llamarte”. Ojalá que no.